Recuerdos de Miguel A. Cibrián
39- Ferias y mercados (Villadiego)
Tengo una duda, no sé si, durante el tiempo en que se labró la tierra con yuntas, el mercado de ganados era la feria en sí, o solamente una parte muy importante de ella. El diccionario define la palabra de las dos formas, primera, como un mercado más importante que los normales (por tanto, una feria era un mercado especial), y segunda, como una fiesta en fecha fija... He preguntado a mis padres, y según ellos, feria era el mercado, especialmente de ganado, y los añadidos, puras florituras, las cuales para ellos carecían de interés. Piensen como piensen sobre el tema, no les falta razón si tomamos literalmente el dicho popular: "Cada uno cuenta la feria según le va en ella".
Las ferias, tenían por la fecha de sus celebraciones nombres de santos o advocaciones religiosas: El Pilar, San Martín, San Matías, el Ángel, San José, el Carmen, San Miguel, o San Mateo. Cada población y fecha tenía una especialidad determinada: No era igual querer comprar un mulo, que una vaca... para lo primero podíamos elegir, por ejemplo, San José, en Melgar de Fernamental... y para lo segundo, El Ángel, en Alar del Rey... sin menosprecio para ningún otro punto, dentro o fuera de la comarca o de la provincia.
Los animales de labor se vendían sueltos, o ya emparejados... En el trato regateaban... y después cerraban el convenio con un apretón de manos... Para dar validez al acuerdo, aún faltaba el registro del animal, una cojera, o cualquier otro defecto desconocido durante el trato, lo invalidaba.
A quienes no compraban por oficio les denominaban paisanos... A los carniceros, que compraban animales para vender su carne, les llamaban cortadores... Y a quienes por profesión compraban y vendían, les conocían como tratantes... Estos últimos, finalizada la compra, marcaban al animal con unas tijeras, sin ser eso ningún obstáculo para poder revenderlo en ese mismo día.
La feria para los niños:
Tras un verano donde la presencia de los chiquillos en el trabajo era constante, aunque sólo hubieran abastecido a regañadientes de agua fresca a los trabajadores, recogido algunas espigas (respigar), o trillado por turnos, llegaba la feria del Pilar, en Villadiego. Para los niños, este aliciente con el que les habían ilusionado tantas veces, no podía ser solamente un mercado de ganados.
Partía toda la familia de mañana en el carro. La primera visita era obligada, a ver los animales dispuestos para la venta, siempre agarrados para no perderse a los pantalones o a las faldas, del padre o de la madre. El siguiente paso era hacer las compras necesarias en los comercios, zapatos, y hasta una cartera para ir a la escuela. Por último, llegaba lo mejor, lo mas esperado para los pequeños, las "barracas", el tiovivo con sus caballitos, las tómbolas y los "charlatanes" (nunca mejor dicho), que vendían no sé cuántas cosas y regalaban otras tantas en el mismo lote... y, entre todo, no valía nada.
Finalmente, los niños, al atardecer recorrían el camino de regreso a casa en el carro... y tal vez cansados, se quedaran dormidos y soñaran con los caballitos.
Mercados:
En todas las comarcas había mercados situados en las cabeceras de zona o en las poblaciones mayores, algunas con titulo de villa. Estos mercados abrían en cada municipio, siempre el mismo día de la semana y distinto del de otras poblaciones cercanas (lunes, en Villadiego... miércoles, en Melgar de Fernamental... jueves, en Herrera de Pisuerga). Y tenían la ubicación, casi siempre, en la plaza y bajo amplios soportales para resguardarse los días lluviosos.
Los soportales de la plaza de Villadiego - Estatua del Padre Florez.... Fotografía extraída de Internet |
Placa humorística, para bajarnos los humos, colocada en una de la columnas de los soportales de la plaza de Villadiego... Fotografía extraída de Internet |
Otra placa colocada en una de la columnas de los soportales de la plaza de Villadiego... Fotografía de Rafael Alonso Motta |
Ésta es la foto de otra placa también colocada en una de la columnas de los soportales de la plaza de Villadiego: Aunque de forma irrreal y un tanto simple y jocosa, intenta explicar la famosa y super-conocida frase: "tomar las Villadiego", en alusión a huir, o escaparse.
"Villadiego era un soldado,
que, a san Pedro, en ocasión
de estar en dura prisión,
nunca le faltó del lado.
Vino el espíritu alado
y, lleno de vivo fuego,
le dice a Pedro: -Sal luego,
toma las calzas, no arguyas-.
Pedro, por tomar las suyas,
tomó las de Villadiego".
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Ahora, relacionado con el tema anterior, pego uno de mis viejos escritos:
El día en que fuimos ricos:
"En mi niñez y en este lugar rural donde vivo, el 12 de octubre era el 'Día del Pilar'... así, sin más. Y cuando digo "sin más", es que este festivo, no tenía connotaciones políticas, ni nacionales (hispanidad), ni referencias a acontecimientos históricos (aniversario del descubrimiento de América), y ni siquiera motivaciones religiosas, como pudiera parecer atendiendo al santoral eclesiástico, que dedica la fecha a la Virgen del Pilar. No, no era fiesta de las llamadas eclesialmente de guardar, aunque el cura tocara a Misa al amanecer, para que los feligreses que lo desearan pudieran asistir al rito, y, posteriormente, acudir a la feria del Pilar a una población comarcal medianamente grande, Villadiego. Ése, por supuesto, era el objetivo primordial del 'Día de Pilar'.
La fecha, como si hubiera sido concebida adrede, marcaba un hito en el ciclo cerealístico. Si bien, en días previos se comenzaba, tímidamente, a realizar las primeras siembras, el Pilar era la fecha semioficial, desde tiempos inmemoriales, de salida en la carrera a todo trapo de la sementera, si el clima y el tempero de la tierra lo permitían...
Había que proveerse de semillas, productos para tratarlas (como el llamado piedralipe, que machacado e inmerso en agua, servía para rociar (encalar) las semillas la noche anterior a ser sembradas... (parece un proceso demasiado arcaico, pero sí tenía cierta base... el piedralipe era sulfato de cobre en forma de conglomerado cristalizado de color azul intenso... y altamente venenoso, según se decía). Y también proveerse de algunos útiles de labranza, como rejas. Aparte de realizar las compras alimenticias necesarias para afrontar el duro inverno mesetario. Sin olvidar la exposición y venta de toda clase de productos agroalimentarios o agropecuarios (y en este punto, no me refiero a ventas en tienda, sino a productos caseros, quien los tuviera... elaborados, o no... así era la vida del casi-autoabastecimiento: se vendía quesos, miel, nueces, manzanas, pollos, conejos, huevos, etc. ... para sacar para comprar otros artículos de necesidad elemental, como ropa y calzado. Y, por supuesto, feria ganadera ovejas, cerdos, vacas, mulas, o yuntas completas. Y tampoco faltaban los típicos charlatanes (que a voz en grito vendían "X", y si comprabas "X", anunciaban que te regalaban "Y", "Z", y "W"... y resultaba que entre todo apenas valía casi nada... había trucos, pero la gente picaba)... Y allá se iban todos ese día, a la feria.
Aquello parecía un homiguro de muchedumbre. Para no perderte tenías que ir constantemente agarrado a las faldas de tu madre, que llevaba las manos cargadas de paquetes. Y como la mayoría de las familias eran numerosas, lo que llevaban algunas madres parecía un reata de chiquillos agarrados unos a otros, con ella la cabeza.
Siendo niño, estuve una vez en esta feria. Y, como una breve toma instantánea, recuerdo haber regresado dormido en lo alto de un carro tirado por una pareja de vacas y cargado a tope de sacos de semillas.
Mi madre era reacia a llevarnos a la feria. Para comprarnos los zapatos, nos media los pies con una varita de mimbre: o sea: el pallito, que llevaba como muestra, debía de caber dentro del calzado a comprar... Y aquel año, con la recomendación de ir a comer a casa de la abuela, tampoco me llevaron.
Cuando desperté, ya no había nadie en casa (se habían ido a la feria). Comí las sopas que me habían dejado preparadas, y salí al exterior. En las solitarias calles, solamente encontré a otro niño (de menor edad que yo). Sin rumbo fijo, salimos al campo. En principio, íbamos hacia una viña de mi abuelo, a comer uvas... pero no llegamos.
Los tiros sonaban por todas partes, pero eso no nos asustaba: sabíamos que en esa fecha, cada a año, se abría la veda de caza de liebres y perdices. Y nos olvidamos de las uvas, para seguir, a cierta distancia, a unos cazadores: para recoger sus llamativos cartuchos vacíos, tirados al suelo cada vez que recargaban sus escopetas de repetición.
- ¡Eh, venid acá! -nos dijo un cazador, tras darse cuenta de que los estábamos siguiendo muy de cerca.
Y nos entregó sendas bolsas de red, conteniendo una liebre cada una, para que se las llevásemos.
Tras aproximadamente una hora como porteadores, le susurré a mi compañero que teníamos que regresar al pueblo, a comer a casa de nuestras respectivas abuelas.
- ¡Tenga las liebres. Nosotros tenemos que irnos ya!.
- ¡Sí. Un momento...! -Y sacando su cartera, nos entregó un billete de 100 pesetas (lo popularmente conocido como "20 duros"-. Repartidlo entre los dos.
20 duros era toda una fortuna para dos niños hace cincuenytantos años... los cuales volvían a casa a más contentos que unas pascuas :-) ".
Nota añadida: El otro niño era Aurelio Fraile.
Fuente: Ferias y mercados (Villadiego) (miguel-a.es)
http://www.miguel-a.es/VILLANUEVA/99-INDICE.htm